Recordaréis de mi entrada anterior lo contento que mi Manuel se ponía
sólo ante la visión de ese fabuloso codillo y la felicidad que
embargaba a mis hijas cuando empezaban a oler a asadito por toda la
casa.
Como podéis imaginar la autoestima de la aquí
presente se elevaba en la misma proporción que la grasilla que iba
ingiriendo, mientras recibía todo tipo de comentarios halagüeños.
Pues
hoy os voy a mostrar la otra cara de la moneda... Muy duro, muy duro...
no sé si seré capaz de terminar la entrada sin atacar la tableta de
chocolate para ahogar mis penas.
Y es que hace unos
días, a mi querido esposo se le antojó un flan.
Se acercó, todo almíbar a
la cocina, para decirme que ¡Hay que ver! con lo que a él le gusta el flan, y nunca le preparo ninguno...
Levanté la ceja, le miré... o le
miré y levanté la ceja, no recuerdo bien y pensé para mis adentros
("veremos a ver si se lo come").
Pero no dije nada, que luego todo se sabe.
Aproveché la
oportunidad que se me brindaba para investigar un poco en esto de los
flanes y de paso entretener a Manuela, que ya no sabía qué hacer esa
tarde con ella.
Allá que nos dispusimos a preparar flan
a papá. Cogí un libro de recetas de los que tengo por ahí arrumbado,
investigué un poco por Internet y ví muchas recetas de flanes de todo
tipo.
Pero yo quería el de toda la vida. Por fin dí con una receta que
me convenció y me atreví con ella mientras Manuela metía la cucharilla en el mejunge y disfrutaba un montón haciendo un flan, casi casi, ella solita.
Delicioso... y al día siguiente aún más... y con nata montada ni os cuento...
Pero....
aunque no os lo creáis, hay un pero.... a la otra mitad de mi familia les gusta más el flan
de sobrecito... Y ésta es la carita que se me quedó cuando, al
probarlo, mi marido y mi hija mayor me dijeron que no me complicará la
vida, que los flanes esos, los de polvitos, estaban superbuenos...
Sobran
las palabras. Flanes de sobrecito... a mí....
Menos mal que a mi
Manuela le encantó el flan que hizo con su mami y las dos, mano a mano,
hemos dado buena cuenta de él.
Y a mis otros dos, les compraré un paquetillo de Royal, flan chino Mandarín o cualquiera de éstos, porque no cuesta nada hacerlos felices y todos tan contentos.
INGREDIENTES
- 4 huevos enteros más una yema
- 500 ml. leche entera
- 10 gr. de Maizena (harina de maíz)
- 150 gr. de azúcar
- Ralladura de limón o esencia de vainilla (opcional)
- Caramelo líquido para bañar los moldes
PREPARACIÓN
Mezclamos
todos los ingredientes (menos el caramelo) y colamos para evitar los
grumos. Vertemos en los moldes que habremos caremelizado previamente.
Precalentamos el horno a 150º e introducimos los vasitos al baño maría. Dejamos unos 40 minutos o hasta que se hayan cuajado.
Al
cocer con el horno bajito nos quedarán los flanes más lisitos, sin
burbujitas, como a mí me gustan. Aunque hay quien prefiere estas
burbujitas. Si tú estás en ese caso, hornéalos a mayor temperatura, a unos 180º y reduce el tiempo de cocción.
Ahora quisiera comentaros que este verano voy a estar un poco más desconectada y en principio (salvo que me dé un ataque de necesidad blogueril aguda), voy a dejar descansar un poco este rinconcito.
Eso sí, no dejaré de visitaros siempre que pueda, que me encanta teneros cerca.
¡¡¡BESOS!!!!
